08 abril 2007

Al aire

Mi hijo aún creerá en los ángeles y sabrá nombrarlos, llamarlos, consolarse, pero no sabrá de dónde el dolor y la soledad, porque no estará en la cara del abuelo, no tendrá hambre, sed ni frío en una habitación vacía.
Pero el hijo de mi hijo cerrará los libros, tapiará las ventanas y se recluirá a devorarse a sí mismo.
Yo sufro por eso que ocurrirá. Dolores inexistentes, terror de las imágenes reconocibles. Yo sigo, me repliego, me olvido y me descubro, escucho, grito... y la herida sigue sin cerrarse, dejando escapar la sangre que no se tienen.

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